19 de agosto de 2024
27 años, uno por cada letra del alfabeto.
Llevo días intentando reflexionar delante de una hoja en blanco y de tanto esperar hasta la pluma se ha secado. ¿Qué más os puedo contar? Este año ya he tenido que escribir mucho (demasiado) y ahora no encuentro ni guía, ni motivo, ni dirección, ni sentido. No encuentro pasajes de la biblia, ni mitos, ni leyendas que destripar. He intentado hilar alguna rima pero me bailan las letras y, por si fuese poco, ninguna cita me acaba de seducir.
Escribiros sobre el encono de aquellos ojos marrones, cansa (“un esclavo es aquel que espera a que alguien venga a liberarlo”), solo espero que le vaya genial. Para hacerlo sobre el candor de otros verdes, aun es pronto, aunque me vaya bien. Le he preguntado hasta a mi padre, que siempre suele trabar sus manos para auparnos y darnos el pie que ayuda a cabalgar. Tampoco sabe decirme ya.
¿Así acaba todo? ¿Un año más? ¿Ya está?
El teorema del mono infinito afirma que un mono que pulsa teclas al azar durante un tiempo infinito será capaz de teclear cualquier texto (Sí, Paco también sabe demostraros este). Así que aquí está este mono, pulsando teclas al azar a la espera de que algo con sentido salga, improvisando al caminar, como todos, como todas. Eso sí, tú que has llegado hasta aquí, no lo has hecho por azar. A ti, que has leído hasta aquí sin saber que nada te ibas a encontrar, te debo que estés prestando tu mano para yo mi camino arar. A ti, tengo algo que decirte, seas quien seas, tienes mi mano para tu camino arar si falta te hiciera. Al contrario que el mono del teorema, no tengo tiempo infinito y a lo mejor cuando este se me acabe no tendré el texto con sentido acabado, bien rimado y sin faltas de ortografía. Pero si tendré algo, quizás más importante que mi texto, a ti.
