No te jubilas, te vas
Y con la cabeza bien alta. Esto que os escribo va más allá del orgullo que un hijo pueda profesar a la mujer que lo tuvo en su vientre, a la mujer que lo crió, la mujer que le ha enseñado a bregar con la vida cubriéndose los pies, con principios, con lucha, con esfuerzo. Esto que aquí va, va más allá que el amor de un hijo a su madre, la mujer a la que le debe todo. Se va, deja la que ha sido la profesión de su vida, Gaspara Valenzuela Espinosa. Se va, pero, ¿sabéis acaso quién se va? Creo que no, y mucho menos, creo que lo sepan mis conciudadanos de Los Barrios. Este es mi pequeño y humilde homenaje, porque de verdad pienso que no sabéis quien se va.
Mi madre nació en Alcalá de los Gazules, pero azarosos los caminos de la vida, lleva 40 años siendo vecina de un pueblo un poco más al sur, 40 años en Los Barrios, Cádiz. Un pueblo al que le ha dado su vida, un pueblo al que no le ha exigido nada, de hecho, siempre se ha querido mantenerse al margen y no reconocerse todo lo que ha hecho por este pueblo. Un pueblo que no la ha acabado tratando bien, pero un pueblo donde ella decidió sembrar sus raíces, y esas raíces, en forma de mi hermano y yo, han agarrado fuerte en la tierra.
Quizás no la habrás visto por alguna de sus fiestas. Bueno, quizás en su feria, donde un día al año le gusta estar. Un día al año, que no hace daño. Quizás no la conozcas, quizás te importe poco esto que te escribo. Pero te lo voy a contar, porque bien creo que representa todo aquello que debería ser esta sociedad, y sin embargo, más que reflejo de esta, es un ave rara más.
¿Te suena la Residencia Escolar San Isidor Labrador? La famosa Escuela Hogar. Pues querido vecino, querida vecina, te presento a una de las trabajadoras que puso sus primeras piedras. Ella, junto con otros jóvenes trabajadores, se enfrentaron a injusticias diarias, tales como que sus niños se fuesen con abrigos y volviesen sin él. Quizás esto añadió otra capa más a su coraza, la que ha llevado siempre. Quizás fue al revés y ella puso todo su joven ímpetu en este trabajo. Una cosa o la otra, enfrentarse a estas injusticias pudo con su sueño de ser maestra. Y muchos lo saben. Acabaron no renovándole, acabó yéndose.
Fue entonces cuando decidió aprovechar la formación que con sudor y esfuerzo tiene, Graduada social, y montó junto con otros dos socios la asesoría donde seguro muchos de vosotros la habréis visto por el resto de su vida, esa asesoría de al lado de la estación de autobuses, esa a la que ir solo cuando hay problemas. Fue entonces cuando junto con mi padre eligió aquel pueblo, sitio en el que echaría sus raíces. Fue allí donde nacimos mi hermano y yo. Primero yo, luego él.
¿Situáis el CEIP San Ramón Nonato? Algunos que me leéis ya lo conoceréis, e incluso lo estaréis disfrutando, en su estado actual. Pabellón, comedor, clases acomodadas, más de un cuarto de baño. Los que menos, quizás, recordéis el deplorable estado en el que se encontraba: ventanas rotas, cuartos de baño de pinipón, y aquellos paseos de profesores con niños de tres años, día de lluvia, día de tormenta, al IES Carlos Cano porque no había comedor. Te lo digo yo, que estuve allí. Pues querido vecino, querida vecina, te presento a quién movió cielo y tierra ante esa injusticia, a quién le planto cara a la Diputación de Cádiz, entre otros, para que ese colegio fuese uno de los mejores del municipio. No sola, pero sí siempre llevando la voz cantante, valiente. Y lo mejor, ni mi hermano ni yo acabamos disfrutando de aquellas nuevas instalaciones. Lo mejor de aquello, lo hizo por sus principios, por su convicción.
Sus principios siempre han ido por delante, aquellos que mamó en su cuna, aquellos que mis abuelos le han dejado en herencia. Responsabilidad, esfuerzo, trabajo, constancia. Esos sí son, esos sí deberían de ser. Sus principios siempre han ido por delante, por delante de obras de teatro del colegio, por delante de llegar a casa tarde, de noche, para no dejar a nadie atrás en su trabajo, e incluso, muchas veces, por delante de su salud, cuando crisis o pandemias azotaban, cuando los problemas estaban a la puerta de tu casa. Su responsabilidad siempre ha podido más, y vecino que ha acudido en su ayuda, de alguna forma, reconocerá su labor, o al menos, que ella nunca lo rechazó. A algunos incluso os ha acabado ayudando sin necesidad de reciprocidad, porque sus principios siempre han ido por delante, de las injusticias, del abuso, de su vida, hasta que no ha podido más.
Mamá, tú si eres lo que esta sociedad debería representar. Mamá, tú si eres ejemplo de lucha feminista, obrera, social, por los derechos, y de muchas más, de todas, ejemplo de gaditana, de barreña, de mujer. Mamá, muy al contrario que otros muchos de tu generación, que se han resignado, tú sí has luchado día a día por hacer de este mundo, en tu pequeña parcela, allí en Los Barrios, un lugar mejor. Mamá, estos principios no van a morir contigo, mi hermano y yo nos vamos a encargar.
Mamá, quizás te lo digamos poco, pero te queremos.
Ahora, a descansar y a por otro proyecto nuevo más.
Se va, de la vida profesional, Gaspara Valenzuela Espinosa.
